La alfarería es el arte más antiguo vinculado al uso del fuego. Casi desde el inicio de los tiempos este material ha sido usado por una multitud de civilizaciones alrededor del mundo para crear desde orfebrería hasta recipientes útiles para la vida cotidiana. El barro ha sido tan fundamental que su uso se ha logrado reciclar en los siglos y hoy en día lo seguimos venerando como en los primeros días.
En México el uso del barro es la forma de subsistencia de cientos de personas. Actualmente se calcula que al menos setenta poblados del estado de Oaxaca todavía viven de esta prodigiosa mezcla de agua y arena compuesta de sedimentos.
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Dichas comunidades alfareras están compuestas especialmente por mujeres que como lo dicta la cultura pasan sus conocimientos de generación en generación. Para estas artesanas la prioridad es no sólo enseñarles a sus hijas los secretos de este material, sino mantener viva esta herencia ancestral que les dejaron sus antepasados.
La unión con su entorno al origen del barro de Oaxaca
La arcilla utilizada para hacer el barro en Oaxaca es local. Las alfareras la encuentran en los campos de maíz alrededor del poblado y con la fuerza de sus brazos la extraen del suelo. Es importante destacar que cada comunidad usa una especie de receta secreta que esencialmente consiste en mezclar lodo con arena y agua.
Cuando está lista la mezcla –hecha con sus manos y con diversas herramientas– las artesanas hacen su magia para dar vida a un universo de objetos. En ese sentido, aunque el torneado es la forma más común para manipular el material en varios países, es la más rara en Oaxaca. En este estado, las técnicas más utilizadas son el enrollado, el recubrimiento y el moldeado por asentamiento o por cono; esta ultima solo la usan cinco pueblos de México, entre ellos San Marco Tlapazola que es famoso por su barro rojo y Coyotepec por su típico y hermoso barro negro.
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El fuego, parte de la identidad del barro
Como para la preparación de la arcilla, la técnica de elaboración y el diseño de los objetos cambia según el poblado. Cada comunidad quema la alfarería de forma distinta. Dicho esto, en Oaxaca existen dos principales maneras de calentar el barro: al ras del suelo como en Tlapazola o en un horno de tiro directo como en Coyotepec.
En Tlapazola, para construir el horno las mujeres hacen un círculo en el suelo con ollas viejas puestas boca abajo. Encima colocan una capa de leña, y después cada una apila sus piezas antes de que se inicie el fuego. Todas las alfareras participan, para ellas la quema del barro es un momento de convivencia donde se discute acerca del oficio y por qué no de la vida.
Por el contrario, el secreto del famoso barro negro de Coyotepec reside en la confección tradicional de un horno construido bajo tierra. Cuando se calienta, el alfarero (aquí predominan los hombres) lo sella con lodo. Sin fugas de aire, en el interior el fuego se ahoga y se forman por todo el paisaje nubes de humo. El carbón penetra el barro y le da ese tono negro tan único y característico.
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En un mundo en constante cambio, las comunidades alfareras rurales son unos de los pocos garantes vivos de las valiosas tradiciones que nos heredó la historia. Nadie quiere ver desaparecer algo que sobrevive desde siempre.
Viajemos juntos hacia el apoyo de esos proyectos culturales para descubrir creaciones a la vez seculares y asombrosamente actuales.
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